Por Sheila Jerónimo, Psicóloga Sanitaria y Psicoanalista
Es relevante tener presente, que las preguntas por el cuerpo en tratamiento de psicoanálisis, se han impuesto de una u otra manera en la clínica de hoy, junto a la palabra, ya que ambas se asocian a los sueños, los lapsus, los recuerdos encubiertos, es decir, el inconsciente y sus formaciones, los cuales siguen siendo aspectos fundamentales para el análisis.
Hoy podemos decir, que el cuerpo y sus alteraciones se impusieron como un enigma desde los inicios del psicoanálisis.
Freud descubre que la conversión, síntoma ligado a la histeria, era el daño de una función sin ninguna lesión orgánica.
Es decir, algo no marcha no ejerce su función, pero el cuerpo está intacto en su estructura fisiológica, aunque hay una alteración. Un ejemplo de esto podría ser: el oído se cierra a la escucha, aunque la estructura del pabellón auditivo no presente lesión alguna.
En la época temprana del psicoanálisis donde el enfermo fuera presa de emociones intensas como gritos, alegrías desbordantes o tristezas repentinas, era asociado a la histeria. Esto le indicó a Freud dos cuestiones centrales que abrieron para él un campo extenso en sus avances clínicos. El Primero, la histeria le presentaba un cuerpo enfermo, pero nada aparecía en el origen de la lesión.
En segundo: burlaba la anatomía. La extraña ruta de las superficies somáticas contraídas o paralizadas era absolutamente lejana a la estructura de los nervios o músculos donde aparecía la lesión.
La causa desconocida y el mapa de la lesión, por fuera de la constitución anatómica, abrieron múltiples vías a la investigación clínica freudiana y, posteriormente, permitieron a Lacan, en 1970 en su texto Radiophonia, indicar cómo es finalmente el lenguaje en el que nos atribuye los órganos.
Siguiendo a Freud, éste descubre más tarde que detrás del ataque histérico se ocultaba una idea o un afecto no ligado a una palabra. Eran pensamientos, o lo que Freud llamaba representaciones inconfesables, antes de concluir que hubiera siempre una causa sexual.
Lo que el cuerpo en la histeria mostró a Freud fue su solidaridad con las manifestaciones de un saber no sabido que tomaba la vía del cuerpo, es decir, le indicó la vía a un texto en el decir, a su gran descubrimiento: el inconsciente.
Aunque ya existía la palabra inconsciente antes de la constitución del psicoanálisis, los filósofos ya la empleaban, significaba simplemente lo no-consciente; pero en el sentido psicoanalítico del término significa lo reprimido. Es decir, el psicoanálisis no entiende por inconsciente lo que tradicionalmente entiende la filosofía o la psicología. Es un concepto totalmente nuevo que se inscribe directamente en el centro de la ruptura epistemológica.
Por tanto, es indispensable explicitar las relaciones que guardan entre sí los diferentes términos para sí destacar la problemática que constituyen.
Por ejemplo, Lacan (Lacan, 1957) le va a dar un límite conceptual al concepto de inconsciente, va a decir es «estructurado como un lenguaje«, le va a dar el límite del orden simbólico, porque se manifiesta a nivel del discurso.
Aunque, siguiendo con la histeria, podríamos decir que la histeria es la posibilidad de llegar al conocimiento de las causas etiológicas partiendo de los síntomas (Freud S. , La etiología de la histeria., 1976),se diría que detrás del cuerpo histérico se enlazaba una idea, una representación de elementos, la representación y la sexualidad que consigna una nueva mirada para el psicoanálisis; de tal modo que el cuerpo para la clínica psicoanalítica es hablante, es un cuerpo de lenguaje. Tomando a la histeria como la posibilidad de llegar al conocimiento de las causas etiológicas partiendo de los síntomas (Freud S. , La etiología de la histeria., 1976) toma la mirada clásica, del organismo por el deseo y la palabra del Otro de generan un cuerpo de la pulsión, o lo que es lo mismo, un cuerpo recortado no por las vías correspondientes a la estructura anatómica, sino por aquellas erogenizadas en el paso por el Otro.
Es ese el cuerpo que interesa al psicoanálisis, el que un día hizo síntoma para Freud, pero que le abrió las puertas a otro saber pues sus pacientes le trajeron la dolencia somática, y lo que él hizo fue convocar la palabra en la cura para intentar escuchar qué mensaje podría articularse a través de ese fundamento.
Y desde este punto, siendo freudianos, pues el analizante espera, es paciente y presta su persona para que en el dispositivo se produzca el despliegue significante, haciendo que la clínica de hoy tome la vía de vuelta a los inicios del psicoanálisis, pues, aunque se convoca la palabra, es el cuerpo el protagonista, el que trae sus afecciones, el que toma la palabra, pero escrita como huella, como marca de goce en la superficie somática.
El paciente puede estar callado, pero el cuerpo se altera, pierde sus funciones sin causa orgánica precisa, presenta huellas de goce, marcas sufrientes en la piel y resistentes a toda medicación, y el paciente, no termina de exhibir una larga lista de dolencias.
Podría decirse, de manera rápida, que la histeria, los fenómenos psicosomáticos y la hipocondría calman la palabra, la que tuvo que ser invocada también en la clínica freudiana.
El cuerpo ha entrado en los escenarios de la actualidad de manera que se marca, se tatúa, se recorta, se aumenta, se le retarda el tiempo, se deniega su degradación, sirve como arma de guerra, de tráfico de drogas, de conexión en aparatos que interceptan otros cuerpos, e incluso de trueque en nuestros conflictos armados.
Y, además, por supuesto enferma, se silencia en la llamada de presión, se agita en la hiperactividad y en el ataque de pánico, o se aterra en la angustia.
El cuerpo se interviene, como si fuera un rompecabezas lleno de estructuras con elementos disponibles, traficables y cambiables, la mayoría de estos hechos o sustituyen una función, un órgano, e incluso auxilian los desencuentros, los malos oficios sexuales ya sea por edad, por fisiología o quizá por otros asuntos que competen a la subjetividad.
Por último, hay que tener en cuenta que el psicoanálisis es un dispositivo que puede aplicarse en centro o instituciones de salud dando un modo de escucha que presupone en quien habla, un saber particular de lo que le sucede y desde este planteamiento, se otorga un acercamiento diferente a quien llega. Es decir, permite una escucha de la demanda, que da valor a la que solo se accede a través de la escucha y lectura en la palabra (los desganos del deseo, o lo que hoy ligeramente se diagnóstica como depresión, angustia, anorexias, estrés o ataques de pánico, ya se les da las llamadas conversiones histéricas); para intentar saber qué él se implica en lo que dice sufrir en sus encuentros con el otro, con el mundo o con su cuerpo.
Por eso, las personas que acuden a consulta de psicoanálisis, acceden para entender al que el daño viene del conflicto interno, de tendencias e impulsos que no acepta, y no de fuera. Se trata de hacer consciente lo inconsciente, ya que, si no, lo descargará en forma de síntomas, actos fallidos y sueños.
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