Por Andrés Sánchez Zafra, Centro ARPA Psicología y Nutrición
¿Es la dieta mediterránea una dieta equilibrada?
Es una realidad que la población mundial esta encaminada al envejecimiento. Este hecho no solo es un logro para la humanidad, sino un desafío social para fomentar el aumento de la salud y que los años adicionales de vida destaquen por una buena salud.
La organización mundial de la salud ha definido el envejecimiento saludable como el proceso de fomentar y mantener la capacidad funcional que permite el bienestar en la vejez. Se han descrito por tanto diferentes factores que pueden modificar el proceso de envejecer, ayudando a retrasar la aparición de enfermedades y fomentando el envejecimiento saludable. Uno de los factores más importantes es la nutrición.
Entre los cambios mas importantes relacionados con la edad, debemos de prestar atención a las alteraciones en la composición corporal, viniendo marcadas por una disminución de la masa muscular esquelética y un aumento en la grasa corporal. Estos cambios tienen su inicio a mediados de la edad adulta y sufren un progreso gradual a partir de este momento.
La dieta mediterránea es uno de los patrones dietéticos mas laureados a nivel de sostenibilidad y equilibrio. Tradicionalmente la dieta mediterránea se ha señalado a poblaciones que viven alrededor de la cuenca mediterránea, caracterizada por un mayor consumo de alimentos vegetales, uso de aceite de oliva virgen extra, consumo moderado de pescado, huevo, aves y lácteos, un bajo consumo de carnes rojas y tradicionalmente un consumo moderado de vino tinto durante las comidas. Pero la dieta mediterránea no solo incluye alimentos beneficiosos para la salud, sino que también tiene un enfoque social, dando importancia al ejercicio físico, al trabajo intenso y a los vínculos sociales estrechos.
La dieta mediterránea es recomendada por tanto para conseguir un envejecimiento saludable y la prevención de sufrir enfermedades crónicas, no solo por una alta ingesta de alimentos de origen vegetal, nutrientes y compuestos bioactivos, sino como un patrón dietético saludable que puede ejercer en su conjunto beneficios para la salud, incluido el papel mioprotector sobre el tejido muscular.
Hoy en día se da un hecho importante, la dieta que se sigue en las regiones mediterráneas difieren en algunos aspectos de la dieta mediterránea tradicional que se describió originalmente en Grecia en los años sesenta. Debido a ello, se debe establecer una nueva definición y valoración moderna, donde debemos de incluir nuevos alimentos y actualizar la famosa pirámide de la dieta mediterránea.
Los entornos físicos y sociales pueden afectar a la salud de forma directa o a través de la creación de barreras o incentivos que inciden en las oportunidades, las decisiones y los hábitos relacionados con la salud. Mantener hábitos saludables a lo largo de la vida, en particular seguir una dieta equilibrada, realizar actividad física con regularidad y abstenerse de consumir tabaco, contribuye a reducir el riesgo de enfermedades no transmisibles, mejorar la capacidad física y mental y retrasar la dependencia de los cuidados.
Los entornos propicios, tanto físicos como sociales, también facilitan que las personas puedan llevar a cabo las actividades que son importantes para ellas, a pesar de la pérdida de facultades. La disponibilidad de edificios y transportes públicos seguros y accesibles, así como de lugares por los que sea fácil caminar, son ejemplos de entornos propicios. En la formulación de una respuesta de salud pública al envejecimiento, es importante tener en cuenta no solo los elementos individuales y ambientales que amortiguan las pérdidas asociadas con la vejez, sino también los que pueden reforzar la recuperación, la adaptación y el crecimiento psicosocial.
Dificultades en la respuesta al envejecimiento de la población
No hay tal cosa como la persona mayor «típica». Algunos octogenarios tienen unas facultades físicas y psíquicas similares a las de muchos treintañeros. Otras personas, en cambio, sufren un deterioro considerable a edades mucho más tempranas. Una respuesta integral de salud pública debe atender las enormes diferencias que existen en las experiencias y necesidades de las personas mayores.
La diversidad que se aprecia en la vejez no es una cuestión de azar. En gran medida se debe a los entornos físicos y sociales en que se encuentran las personas, puesto que ese entorno influye en sus oportunidades y sus hábitos relacionados con la salud. La relación que mantenemos con nuestro entorno viene determinada por características personales como la familia en la que nacimos, nuestro sexo y etnia, y eso da lugar a desigualdades en nuestra relación con la salud.
A menudo se da por supuesto que las personas mayores son frágiles o dependientes y que constituyen una carga para la sociedad. Los profesionales de la salud pública, así como la sociedad en general, deben hacer frente a estas y otras actitudes edadistas, ya que pueden dar lugar a situaciones de discriminación y afectar a la formulación de políticas y la creación de oportunidades para que las personas mayores disfruten de un envejecimiento saludable.
La globalización, los avances tecnológicos (por ejemplo, en el transporte y las comunicaciones), la urbanización, la migración y los cambios en las normas de género influyen en la vida de las personas mayores de formas tanto directas como indirectas. Una respuesta de salud pública debe hacer balance de las tendencias actuales y futuras y encuadrar sus políticas en consecuencia.
Como vemos una alimentación equilibrada y saludable, puede ser respaldada por un estilo de vida mediterráneo tradicional. Desde ARPA apostamos por los estilos de vida y el envejecimiento saludable desde el área nutricional y social, por tanto, si desea mejorar su salud, no dude en ponerse en contacto con nuestro equipo.
Nutricionista colegiado en Granada
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